Sabemos que nunca resulta sencillo dar con la solución del problema cuando los factores se alteran constantemente y los más conocedores ni tan siquiera logran diagnosticar la molestia. Eso le pasa al atletismo cubano, trabaja y trabaja, pero sin un rumbo firme en busca de puerto seguro. A veces, todo parece haber mejorado hasta que una ola provoca inundaciones y crea nuevos caos.

La actuación en el Campeonato Mundial de Atletismo Londres 2017 dejó varias lecciones para atletas, entrenadores, directivos, especialistas y seguidores. Por segundo año consecutivo, la Mayor de las Antillas apenas logró una medalla de bronce en el principal evento de la disciplina, tras lo acontecido en Río 2016. Y nadie debe estar conforme con un botín tan anémico.

El tercer lugar de Yarisley Silva no maquilló el desempeño de una comitiva joven, pero con talento suficiente para conseguir mejores rendimientos. Por ejemplo, muy por debajo de sus reales posibilidades finalizaron las discóbolas Denia Caballero y Yaimé Pérez. Hasta la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) imaginaba a las caribeñas en el podio de premiaciones y eso quedó demostrado en el hecho de colocar a Alberto Juantorena como la figura que entregó las preseas.

De izquierda a derecha Sandi Morris, Ekaterino Stefanidi, Yarisley Silva y Robeilys Peinado
De izquierda a derecha Sandi Morris, Ekaterino Stefanidi, Yarisley Silva y Robeilys Peinado. FOTO: IAAF

El ciclo olímpico recién comienza y el próximo reto será tributar en grande a la delegación nacional que asista a los Juegos Centroamericanos y del Caribe Barranquilla 2018. Sin embargo, el constante crecimiento deportivo de países del área y el estancamiento de nuestros competidores harán del certamen regional un programa muy difícil para esos atletas que entrenan en el Estadio Panamericano.

Pero… ¿qué lecciones nos dejó el mundial del Reino Unido?

Resulta válido dejar claro que el atletismo cubano pasa por su peor momento desde los últimos 20 o 25 años, y esto nos lleva a pensar que no está en condiciones de igualar en Barranquilla los logros alcanzados en Veracruz 2014, cuando se obtuvieron 23 coronas y 46 premios en total.

A partir de este criterio, creo que la crítica más dura de hacer es que en ocasiones se trabaja para conseguir la marca garante del viaje y no para alcanzar el mejor resultado en el principal evento del año. Y aquellos que no se sientan incluidos en el señalamiento anterior deben revisar sus planes de entrenamientos, pues los utilizados mayoritariamente están obsoletos, no son eficaces y mantienen las premisas planteadas por los estudios soviéticos. Cero actualizaciones. Eso sí, aplausos para el constante desarrollo científico de Gabino Arzola (eventos múltiples) y Alexander Navas (pértiga).

Pedro Pablo Pichardo
FOTO: Getty Images

Hay que exigir una mayor autopreparación a nuestros entrenadores, e intentar beber de la fuente de la modernización. La vida es dialéctica; el deporte también. En tal sentido, no veo por qué se obvia, en ocasiones, el conocimiento y la experiencia de exadiestradores y exatletas destacados. El caso de Iván Pedroso sirve para enorgullecernos y para sufrir por nuestra incapacidad.

El campo ha tenido un retroceso tan grande que ahora solo clasificaron al mundial tres competidores. Mientras, las autoridades tendrían que potenciar el área de saltos, máximo semillero de prospectos. Precisamente, se echó mucho de menos a Pedro Pablo Pichardo, de ahí que todos los esfuerzos deban estar encaminados a frenar la fuga de atletas. La salida del santiaguero se sentirá durante toda la próxima década (incluye tres ciclos olímpicos).

A causa de la presión y desconcentración que, al parecer, siempre sufren los atletas cubanos, quienes no pocas veces fallan en la gran cita (caso reiterado: Yaimé Pérez), resulta necesario e impostergable potenciar el trabajo del psicólogo. El deporte moderno demanda un trabajo en equipo y todos son necesarios e importantes.

Una última observación no menos importante: Yarisley Silva, única medallista en esta ocasión, va en descenso por su edad (30 años). Tal vez la muchacha no llegue –ojalá que sí– como potencial medallista a Tokio 2020. Esto nos debe animar a desarrollar a los prospectos con empuje y manías de grandes. El relevo tiene que garantizarse desde ahora. No se puede esperar porque para luego es tarde.