No estaba en el top 3 de los mejores lanzadores de Cuba. Hacían los equipos nacionales y él era una figura secundaria dentro del staff, pero Lázaro Blanco tuvo su consagración con la novena de Granma, en el año de su primer campeonato. Luego fue lo mejor por los Alazanes en la Serie del Caribe en Culiacán. La carrera continuó en ascenso, se convirtió en el as de la rotación cubana en el IV Clásico Mundial de Béisbol, y a su regreso, los Capitales de Quebec le esperaban con un contrato entre manos. En Canadá no ha decepcionado. Se rota el liderazgo de la liga Can-Am en varios departamentos, carreras limpias (3,16), ponches (76) y balance de ganados y perdidos (7-4). Con esos resultados, cualquiera diría que Blanco repetirá temporada el año que viene con la camiseta de Quebec, pero el diestro prefiere no apresurarse.

«La prensa aquí habla bien de mí, no puedo decir otra cosa. Estar al frente de varios departamentos me da cierto status en ocasiones, pero todavía no se ha hablado nada de renovación del contrato. Eso se verá mejor cuando se acabe la temporada», dice Blanco desde su apartamento colectivo en la ciudad canadiense. Es un apartamento con cuartos independientes para los cubanos del equipo, o sea para Yordan Manduley, el holguinero, y para Yurisbel Gracial, el matancero.

Son las 10 de la mañana, y el mejor pitcher cubano de la actualidad—residente en la Isla—se prepara su desayuno. A las 3 de la tarde empiezan los entrenamientos, para un juego que será a las siete de la tarde. Blanco es muy disciplinado, pero sabe que en el rango de profesional no se perdonan las llegadas tardes. Ha aprendido rápido las diferencias entre una liga y la otra.

«Ellos (los entrenadores) te comunican los horarios de entrenamientos, y cada cual llega en su carro en el horario acordado. Cada quien es independiente, pero muy responsable. Una vez allí, todos vamos al terreno, juntos, aunque yo entreno solo. Tengo mi plan de entrenamiento de Cuba, porque no sabía cómo sería esto aquí. Por ejemplo los abridores no corren, y yo lo hago muchísimo. Siempre me preguntan: ¿Y tú por qué corres tanto? Imagínate, es mi forma. Con la recuperación del brazo sucede lo mismo, en Cuba se usa mucho el hielo, aquí casi no. Ellos se enfocan en los masajes y otros mecanismos de recuperación. Lo otro fue la adaptación a los horarios de los juegos. Aquí es duro, porque jugamos todos los días, hasta el día que viajamos. Pero nunca se juega de día—solo los domingos—y en Cuba todo lo contrario, casi nunca jugamos de noche. El que sabe de pelota, sabe que hay que adaptarse, que no es lo mismo».

— Es lógico que condiciones así lleven a un mejor planteamiento técnico-táctico allá…

«En Cuba piensan que esta liga no tiene nivel, pero aquí juegan peloteros jóvenes con mucho talento, que están en la mira de la MLB o ya pasaron por ella. Uno de ellos es el cátcher de mi equipo,Maxx Tissenbaum, que estuvo con los Rockies de Colorado una temporada. Hay muchos veinteañeros que juegan muy bien a la pelota. Claro, tienen otro pensamiento del juego. Primero, aquí juegas si tienes calidad. No te regalan nada. Son exquisitos en cuanto al rol de los lanzadores. El abridor solo hasta los 100 lanzamientos, poco más o poco menos. Para el séptimo, octavo o noveno inning, tienen sus pitchers sembrados. Muy bien estructurado, no se improvisa. A la ofensiva, tocan muy poco la bola, dejan que el bateador haga su trabajo, sea la situación que sea».

Blanco fue la bola “escondida” del mentor Carlos Martí en el IV Clásico. Era un movimiento anunciado, si bien el partido clave —como se demostró—era ante Australia. Muchos criticaron esa opción, y también lo decepcionante de la despedida. Pero Blanco es de los que tenía bien claro, que con ese equipo no había mucho que hacer. Estaba condenado desde que salió. Solo valía el esfuerzo.

«En el Clásico la mayoría de los aficionados y entendidos no nos vio ni en la segunda ronda, debido al equipo discreto que llevamos. Pero fuimos con lo mejor que teníamos en Cuba. Lo intentamos por nuestro país, queríamos, pero simplemente no podíamos llegar más lejos», recordó el diestro.

Blanco ha estado por el Yankee Stadium de New York en los últimos días, aunque la vetusta casa de los rayados ignorara que allí entre su público, sentado, estaba el principal abridor de la escuadra cubana en la actualidad. Dice que es otro mundo, pero tiene medio ojo en Granma y el inicio de la 57 Serie Nacional, a la que todavía se debe. Ha escuchado las declaraciones de Martí sobre los Alazanes, y como él, cree que lo más flojo del campeón nacional es su staff. Está al tanto de todo, incluso de la exclusión de Michel Enríquez de los Piratas de la Isla, pese a querer jugar con ellos. «No tengo detalles, pero ese es un gran pelotero, entre los mejores cinco de Cuba. La Isla tendrá una gran ausencia», dice como un paréntesis a la conversación.

— ¿Te incorporarás a Granma cuando regreses o descansarás?

«Aunque son prácticamente los mismos jugadores del año pasado, sé que sentirán mi ausencia en juegos claves, sobre todo en la cantidad de victorias. Ojalá clasifiquen sin mí. Ya me han estado preguntando desde el equipo, Ciro Silvino sobre todo, que cuando llego, para incorporarme. Volveré al país, entre el 15 y el 20 de septiembre, pero llegaré a descansar. En la 56 Serie lancé 157 entradas, vino la Serie del Caribe, después el Clásico, y en la Can Am voy por 80 entradas, pero pasaré de las 100. Necesito unos días, porque no me quiero lesionar. Será menos de un mes. Empezaré en la segunda ronda, si Granma no clasifica, seré refuerzo».