Ugly escene vs. Rockland”, tituló el diario New York Daily News en su edición del 30 de junio, mientras detallaba en cámara lenta los últimos desatinos de la dirección del equipo Cuba, que por invitación jugaba 21 partidos en la liga Can-Am, de los cuales terminó perdiendo 16. Había sido un mal torneo con el peor final.

No es un caso aislado, como también pública es la decadente situación de la pelota cubana. Con los comentarios que se han escrito al respecto ya se puede publicar una saga de novelas y nada cambia. Tras cada desparpajo nacional, azote, tras cada tropezón internacional, azote. Un día es el pitcheo, el otro el bateo, y el otro “los árbitros”. Lo único que siempre es mejorable es la excusa o la actitud ante el habitual traspiés. Desde el 30 de junio, ni eso. A la decandencia deportiva se suma la decadente respuesta. No es la primera vez que la pelota toma de la calle, de la violencia. Están emparentados. Dejemos por un momento de lado lo que sucede en las gradas, sobre todo en estos tiempos, donde los aficionados no llegan a la centena por partidos, a veces por semana. Abro paréntesis y pongo un largo etcétera, porque las escenas violentas en el deporte cubano no solo se ven en el béisbol. Pero la pelota, está en la mira, por ser en buena medida la más televisada, la más seguida, la más “autóctona”.

En el último lustro el pasatiempo de los cubanos ha vivido una serie de enfrentamientos que sobrepasa el rango de tolerable, y que algunos se atreven a renombrar como “roces habituales de este deporte”, como si atacar con un objeto contundente (dígase bate) a la cabeza de otro ser humano pueda calificarse de roce o darle la estadía de habitual. Los más ridículos utilizan como eufemismo (quiero pensar) un recurso genético. “El cubano es de sangre caliente”, dicen.

En 2005, por tomar una fecha, el industrialista Antonio Scull se iba a los piñazos contra el actual Comisionado Nacional de Béisbol, Yovani Aragón. Las bancas se vaciaron en el Latino. Nueve años después en la valla de los Gallos, la reyerta entre ambas novenas se repetía, pero solo controlada por la fuerza policial. ¡Un desastre!, que nada tiene que ver con la temperatura corporal. Las trágicas maneras de la favela, trasladadas al diamante.

En mayo pasado, ahora del Sub-23, espirituanos y camagüeyanos igual tomaban la violencia como solución a sus frustraciones. Expulsaban a 34 jugadores.

Pero el foco rojo también está en las bancas. En 2014, el emergente matancero Demis Valdés salía, bate en mano, sin ninguna excusa al terreno, para liquidar en buena medida, al lanzador villaclareño Freddy Asiel Álvarez. De no ser por sus buenos reflejos (los del pitcher) hubiese habido un entierro.

Pelea entre Fredy Asiel Álvarez y Demis Valdés
Pelea entre Fredy Asiel Álvarez y Demis Valdés. FOTO: Tomada de Zona de Strike.

Más de un mentor, ha atacado -incluso físicamente- a la prensa. Más de un árbitro también. Más de un mentor ha insultado verbalmente a los árbitros, golpeado, disminuido, burlado, y la más actual, “tirado tierra”. Más de un mentor se ha ido a los puños con cualquier aficionado. Eso en Cuba, ya parece tema rallado, producto patentado. Tan común que asusta que no se tomen medidas extremas, como la situación amerita. Las sanciones a quienes cometen estos desatinos, se evalúan entre seis meses y un año, que pueden ser disminuidas “por buen comportamiento” (¿en su casa?) o sí, el equipo nacional lo necesita con prontitud como fue el caso del tunero Yosvani Alarcón para el reciente IV Clásico Mundial. En el otro lado de la balanza están los intensos preceptos para quienes intentan salir ilegalmente del país, con dos años alejados de los terrenos, no importa si es un prospecto juvenil o figura establecida. En determinados temas, desde el punto de vista del ejecutor,no hay tanta tolerancia o parsimonia.

La violencia, como adelanté, también es pasto de consumo en el Nacional de Fútbol. Se tiran sillas, se empujan, se escupen y sí, se van a los puños como resolución a un fuera de juego, un gol o una decisión arbitral, que no decide nada, porque nada es el Campeonato Nacional. No por los jugadores, si no por la extraña manía de los directivos deportivos de minimizarlo.

Ahora cuando lo callejero, lo “guapo” de barrio, se traslada al exterior, hay un mal mayor, porque, aunque nadie los hizo embajadores, son la imagen de un país. De la patada de Ángel Volodia Matos al juez kazajo en Beijing 2008 al “te tiro tierra” y “saco pecho” de la directiva cubana actual en la Can Am, ha pasado casi una década, pero la excusa es la misma. ¿Qué dijo Volodia? ¿Qué dijo Machado? La culpa es de ellos. La violencia es la legítima defensa.

Patada de Angel Valodia Matos al árbitro en Beijín 2008.
Patada de Angel Valodia Matos al árbitro en Beijín 2008. FOTO: Getty Images

¿Hay crisis de valores, de sentido común, de tolerancia? Tan adaptables que somos, siempre aparecerá un Pedro para negarlo cien veces.